sábado, 2 de fevereiro de 2019

La historia de don Quijote escrita por el historiador arábigo Cid Hamid Berenjena

La historia de don Quijote escrita por el historiador arábigo Cid Hamid Berenjena, traducida al castellano por un morisco de Alcaná de Toledo y muy bien cuidada y revelada por un curioso lector cristiano.

SEGUNDA PARTE – CAPÍTULO III

“No hay libro tan malo que no tenga algo bueno”
            Dijo el lector que habló el escritor y que escribió el traductor que el cual prosiguió diciendo que siguió la conversación entre Sancho, don Quijote y Sansón Carrasco:
            -Bien haya Cid Hamid Berenjena, que la historia de vuestras grandezas dejó escritas, y rebién haya el curioso que tuvo cuidado de hacerlas traducir de arábigo en nuestro vulgar castellano, para universal entretenimiento de las gentes -razonó Sansón Carrasco-.
            Dicho eso, le hizo levantar don Quijote que dijo:
            -De esa manera, ¿verdad es que hay historia mía y que fue moro sabio el que la compuso?
            -Es tan verdad, señor –dijo el bachiller Sansón-, que tengo para mí que el día de hoy están impresos más de doce mil libros de la tal historia: si no, dígalo Portugal, Barcelona y Valencia, donde se han impreso, y aun hay fama que se está imprimiendo en Amberes; y a mí se me trasluce que no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzga.
            -Una de las cosas –dijo don Quijote- que más debe de dar contento a un hombre virtuoso y eminente es verse, viviendo, andar con buen nombre por las lenguas de las gentes, impreso y en estampa. Dije con buen nombre, porque, siendo al contrario, ninguna muerte se le igualará.
            -Si por buena fama y si por buen nombre va –dijo Sansón-, solo vuestra merced lleva la palma a todos los caballeros andantes; porque el moro en su lengua y el cristiano en la suya tuvieron cuidado de pintarnos muy al vivo la gallardía de vuestra merced..,
            -Pero dígame vuestra merced, señor bachiller: ¿qué hazañas mías son las que más se ponderan en esa historia? –Dijo el caballero andante-.
            -En eso –respondió el bachiller- hay diferentes opiniones como hay diferentes gustos: unos se atienen a la aventura de los molinos de viento, que a vuestra merced le parecieron Briareos y gigantes; otros, a la de los batanes; éste, a la descripción de los dos ejércitos, que después parecieron ser dos manadas de carneros; aquél encarece la del muerto que llevaban a enterrar a Segovia; uno dice que a todas se aventaja a la de los dos gigantes benitos, con la pendencia del valeroso vizcaíno.
            -Dígame, señor bachiller –dijo Sancho-: ¿entra ahí la aventura de los yangüeses, cuando a nuestro buen Rocinante se le antojó pedir cotufas en el golfo?
            -No se le quedó nada –respondió Sansón- al sabio en el tintero: todo lo dice y todo lo apunta, hasta lo de las cabriolas que el buen Sancho hizo en la manta.
            -En la manta no hice cabriolas –contestó Sancho-; en el aire, sí, y aún más de las que yo quisiera.
            -Dijo Sansón Carrasco que la historia de don Quijote es “-tan clara –que no hay cosa que dificultar en ella: los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran; y, finalmente, es tan trillada y tan leída y tan sabida de todo género de gentes, que apenas han visto algún rocín flaco, cuando dicen: “Allí va Rocinante…” Finalmente, la tal historia es del más gustoso y menos perjudicial entretenimiento que hasta ahora se haya visto, porque en toda ella no se descubre ni por semejas una palabra deshonesta ni un pensamiento menos que católico”.
            -¿Hay otra cosa que enmendar en esa leyenda, señor bachiller? –preguntó don Quijote.
            -Sí debe de haber –respondió él-, pero ninguna debe de ser de la importancia de las ya referidas.
            -Y por ventura -¿promete el autor segunda parte? –Dijo don Quijote-.
            -Sí promete –respondió Sansón-, pero dice que no ha hallado ni sabe quién la tiene, y, así estamos en duda si saldrá o no, y así por esto como porque algunos dicen: “De las cosas de don Quijote bastan las escritas”, se duda que no ha de haber segunda parte; aunque algunos que son más joviales que saturninos dicen: “Vengan más quijotada, embista don Quijote y hable Sancho Panza y sea lo que fuere, que con eso nos contentamos”.
            -¿Y a qué se atiene el autor?
            -A que -respondió Sansón- en hallando que halle la historia, que él va buscando con extraordinarias diligencias, la dará luego a la estampa, llevado más del interés que de darla se le sigue que de otra alabanza alguna.
            De eso dijo Sancho: -Atienda ese señor moro, o lo que es, a mirar lo que hace, que yo y mi señor le daremos tanto ripio a la mano en materia de aventura y de sucesos diferentes, que pueda componer no sólo segunda parte, sino ciento…

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